Por muchas razones, pero, sin duda y a priori, escuchar o leer la palabra “cirugía plástica” y “niño” impresionan porque, dicho sea de paso, ni es lo habitual ni se hace a la ligera.
Se trata de situaciones muy concretas, muy meditadas y muy estudiadas tanto por parte de la familia como por parte del cirujano plástico que la llevará a cabo.
Hablando en cifras y según un reciente informe de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE):
El 1,3 del total de las operaciones de cirugía estética se realizan en menores de 18 años.
Dejar de ser motivo de burla
Es uno de los muchos motivos por los que se opera a menores. Para evitar que un pequeño defecto físico, que hoy en día tiene fácil solución, pase a ser un gran complejo para el menor marcando su infancia como, por ejemplo, el que puede producir tener unas “orejas de soplillo” (Cirugía estética de la oreja).
Aunque en esta operación no hay una alteración funcional y únicamente es estética, son los propios psicólogos los que nos derivan al menor para evitar una depresión.
Todos los padres quieren ver felices a sus hijos y este tipo de intervenciones son muy seguras por lo que no hay necesidad de evitarlas.
Casos reales
Es frecuente que los padres me pregunten por un niño con las orejas muy despegadas: “Doctora, ¿cuándo es el mejor momento de operarlo?”
Yo, como médico, suelo contestar: “cuando el niño sea consciente del problema, si es que significa un problema para él, y siempre antes de que le provoque ansiedad o tristeza, por las burlas de sus compañeros o simplemente por verse diferente”. Dra. Conchita Pinilla.
Son pequeños defectos técnicamente muy fáciles de solucionar y el riesgo al que sometemos al niño es mínimo y sin ninguna consecuencia mala en el futuro.
Paso a paso
Casi nunca los padres acuden directamente y en primer lugar al cirujano plástico. En primer lugar, el pediatra revisa la alteración del menor y la valora, para después derivar el caso al psicólogo o al cirujano plástico.
¿Dónde está el límite?
Es una línea muy delgada la que, en ocasiones, separa la necesidad de intervenir para el bienestar psicológico del menor, cuando es un asunto únicamente estético, como es el caso que os he contado de la otoplasia o cuando se trata de mejorar un aspecto de su cuerpo, como puede ser nariz o pechos.
En estos casos hay que tratar de disuadirles, que cambien de opinión por lo menos hasta que tengan la edad y la madurez suficiente para someterse a una intervención estética. Sobre todo y además porque hay partes del cuerpo, como la nariz o los pechos en las niñas, que evolucionan con la edad.
Casos excepcionales
Cierto es que hay casos especiales y concretos en los que se interviene una nariz antes de completar el crecimiento o se reducen unas mamas gigantes o se simetrizan un pecho gigante con uno no desarrollado para mejorar la autoestima del menor.
Pero estos son casos especiales, extremos y muy poco frecuentes.
Como norma intentamos que el niño o niña sea consciente que es un problema que solucionaremos en un futuro muy cercano y la solución entonces será óptima y definitiva.
Más que estética, reparadora
Tal y como escribí hace poco, aunque mínima, hay una clara diferencia entre cirugía plástica estética y cirugía plástica reparadora y, dentro de ese pequeño porcentaje de menores que pasan por el quirófano de un cirujano plástico, la mayoría son intervenciones reparadoras y se deben a malformaciones congénitas, secuelas de accidentes, traumatismos o tumores.
Un ejemplo de intervención reparadora es la intervención del labio leporino, una malformación que comunica la nariz con la boca.
Todas decisiones llevan su tiempo de meditación y valoración, tómese el suyo y sobre todo cuente con los más cualificados profesionales.
Más información
Si tiene cualquier pregunta o consulta no dude en ponerse en contacto con nosotros pidiendo cita con la Dra. Conchita Pinilla, especialista en Cirugía Plástica, Estética y Reparadora.
Teléfonos: 976 901 901 y 608 315 293 o escribiéndonos a través de Facebook. Estamos a su disposición.
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