Nadie se opera ni por casualidad ni por capricho. Ni los pechos, ni la nariz, ni las orejas…detrás de cada cirugía estética hay mucha meditación y muchas dudas al respecto. ¿Cómo quedaré? ¿me gustaré? ¿lo necesito? Cada paciente que pasa por quirófano para someterse a una cirugía estética tiene un motivo (de mayor o menor peso) que le ha llevado hasta allí, pero… ¿cómo saber si es una decisión acertada?
“Dedica tiempo a valorar cada decisión que consideres importante”, Laura Andreu
Hablamos de este tema con una de las mejores psicólogas de Zaragoza Laura Andreu Camas que nos ayudará a entender dónde están los límites entre lo que necesitamos y lo que deseamos.
Ella nos cuenta que “La decisión de someterse a una cirugía estética, del tipo que sea, es algo a lo que hay que hay que dedicar un tiempo de valoración. Muchos pacientes, pese a que casi siempre llevan tiempo pensándolo, nos encontramos con que la decisión final de llevarla a cabo es en parte “impulsiva”. Esa es una de las cosas más importantes a definir, ayudarles a poner en contexto el momento. Esto no debe estar promovido por una situación de crisis vital, de desesperanza, de enfado, de búsqueda de cambio de otros procesos vitales internos.
Desde ahí pueden llegar luego los “arrepentimientos”, ya que quizás entonces no era ese el único cambio que el paciente debía abordar y tratar.
Hay otra serie de variables muy importantes a explorar, la edad del paciente, el nivel de insatisfacción con su imagen corporal, contrastar (si el paciente nos lo permite) con su entorno más próximo de familia y de pareja cómo es la vivencia por parte de la persona y cómo ha llegado a tomar esta decisión. Esto nos ayuda a tener una visión más objetiva de como se ha llegado a ese punto, a ese momento.
Hacer un trabajo conjunto desde la medicina y desde el abordaje psicológico es clave en estos procesos de decisión a una intervención”
La enorme influencia de las redes sociales
Todo el mundo quiere verse guapo y sentirse bien con uno mismo. La moda de los selfies y de las redes sociales donde mostramos con detalle nuestro día a día (¡y a nosotros mismos!), es una de las grandes culpables. Verse bien no es ninguna tontería, la imagen que proyectamos al exterior es un reflejo de nuestro interior. Cuando nos sentimos bien por dentro, lo demostramos por fuera y viceversa, mejoramos nuestra relación con nosotros mismos y con los demás. Y es que no hay nada más gratificante que quererse y valorarse a uno mismo. ¡Solo así podemos levantarnos con ganas de comernos el mundo cada mañana!
Querer estar perfecto/a ante la cámara y ante los ojos que mirarán después esa foto es lo que ha provocado que aumente la demanda de los retoques estéticos y cirugías plásticas (hasta un 30%). Sobre todo, tratamientos faciales y de medicina estética, pero también corporales, pero ¿dónde está el límite? ¿cómo saber si lo haces por ti o por los demás?
En este sentido, la psicóloga Laura Andreu explica que “es obvio que todos proyectamos una parte de nosotros a través de nuestra imagen y de lo que los demás ven de nosotros depositada en ella, sin embargo, siempre sería un error tomar una decisión de este tipo basada exclusivamente en ello, ya que nuestra propia autoestima no puede estar sostenida en “los demás”. De esa forma ningún tipo de cirugía hará que la persona se sienta mejor. Siempre será insuficiente. En estos casos quizás habría que plantearse hacer un trabajo en paralelo, donde poder ayudar al paciente a trabajar la mejora estética y la mejora de su propia autoestima, consiguiendo que la decisión tomada no venga anclada exclusivamente por esos parámetros, logrando un éxito mayor con la intervención y evitando así la posible frustración posterior, la necesidad de cirugías posteriores, etc.”
La adicción a la cirugía estética ¿existe?
Existe y se llama Dismorfofobia, un trastorno o síndrome de la imagen en el que se pierde la percepción real y valoración de nuestro propio cuerpo, lleva a la persona a tener una preocupación exagerada por la apariencia física o por defectos que realmente son imperceptibles o inexistentes en algunos casos.
El trastorno dismórfico corporal (TDC), es una patología poco conocida, o mal entendida en muchos casos, que se confunde con el “no estar muy contento con la imagen corporal”.
“Es importante hacer dos diferencias. Por un lado, la “insatisfacción corporal”, que compartirían todos aquellos pacientes que se someten a una intervención estética de cualquier tipo y sin tener ningún tipo de patología asociada no se sienten bien con algún aspecto de su imagen y desean mejorar. Y, por otro lado, hay que diferenciar en la exploración que hacemos con los pacientes, si existe “distorsión de la imagen corporal”, donde el paciente no hace una valoración real de la dimensión de aquello que le genera la propia insatisfacción. Esto es algo a trabajar con el paciente ya que mejorará el éxito de la intervención y le protegerá del desarrollo de un posible TDC, donde la preocupación por un “defecto” está fuera de lo normal y donde alguna vez es real y otras muchas es imaginado. Cuando un paciente está diagnosticado de TDC, la cirugía estaría contraindicada, ya que esto podría dar lugar a una consecución de cirugías que producirían mayores niveles obsesivos en el paciente tanto del “defecto” inicial como de posteriores ya que la persona comienza a ampliar el campo donde focalizar su malestar” afirma Laura Andreu.
¿Qué se busca en la cirugía estética?
Es lógico que nos guste gustar, tanto a hombres como a mujeres, pero no hay que dejar que esto nos provoque una obsesión por la belleza. Es una línea muy delgada la que separa la naturalidad de lo artificial y antiestético y debemos saber dónde está el límite.
La cirugía estética busca eliminar complejos, armonizar nuestro rostro o esculpir nuestro cuerpo, pero siempre dentro de unos parámetros naturales y proporcionados. Siempre existirá algo en nuestro rostro o cuerpo que nos gustaría mejorar, pero hay que interpretar una armonía y siempre intentar mantener la personalidad de cada persona que es nuestra seña de identidad.
Un 5% de las personas sometidas a una cirugía plástica se arrepiente después
¿Por qué una persona se puede llegar a arrepentir de una cirugía estética? Aunque es un porcentaje muy pequeño el que lo hace, existe la posibilidad de que no estemos satisfechos con el resultado, bien porque no es lo esperado o bien porque nuestras expectativas eran otras. También hay personas que con el paso de los años cambian de opinión o lo que hace diez años era moda, como por ejemplo los pechos grandes, ahora ya no lo es. En cualquiera de los casos “la mayoría de procedimientos quirúrgicos por motivos estéticos tienen solución, teniendo en cuenta que supone un coste extra y que hay que pasar de nuevo por quirófano, con el riesgo añadido (tiempo de postoperatorio, procesos inflamatorios, posibles hematomas, cicatrices más visibles, etc.). De media, una cirugía secundaria cuesta como una primaria, ya que los profesionales solemos dejarnos menor margen de beneficio para que el paciente solucione el problema”, añade la Dra. Pinilla.
Para minimizar este porcentaje de arrepentimiento y lograr llegar a cero es muy importante que el paciente tenga las ideas claras antes de entrar en quirófano. Para ello es esencial que el paciente y profesional empaticen, lleguen a un consenso previo y quede claro por las dos partes los resultados que se van a conseguir con esta cirugía estética.
Confiar en un profesional con una formación adecuada, demostrable y experimentado es un alto porcentaje de garantía de éxito en la intervención.